Hitler

Reseña a la monumental biografía de Ian Kershaw

Luis Torras
5 min readJul 9, 2020

Hace unos días se cumplían los 75 años del suicidio de Hitler que puso punto y final a la vida que estuvo en el epicentro del nacionalismo socialismo alemán, un tsunami de fanatismo racial y estatismo que arrasó el Viejo Continente. El estudio del nazismo es el estudio del problema del Estado moderno llevado al paroxismo; el ejemplo de hasta donde llegan las consecuencias del nacionalismo extremo, la concentración del poder, el supremacismo racial o la “ingeniería social”. La dictadura Nazi supuso el colapso total de la civilización moderna.

Ian Kershaw es el autor de la biografía definitiva de Adolf Hitler (1889–1945), la persona que estuvo en el epicentro del fenómeno Nazi. Hitler fue un elemento central del nazismo, pero no su causa principal; igual que el Stalinismo no fue solo cosa de Stalin, como explicó en detalle el historiador Simon Sebag Montefiore. La trayectoria vital y política de Hitler es fundamental para entender el nazismo, pero no el único, ni siquiera el más importante. El nazismo fue una “ideología de Estado”, donde el efectivo populismo dialéctico y la capacidad para alimentar y luego canalizar las iras y odios del pueblo alemán de Hitler fueron elementos necesarios pero no suficientes para su implementación que requirió de un régimen policratico, con diversas estructuras políticas –muchas veces dirigidas por nazis más fanáticos que el propio Führer– para su definitiva implementación.

Hablamos de una obra monumental, que supera de largo el millar de páginas, aunque se lectura es ágil y adictiva. Con una gran habilidad narrativa, y enorme rigor histórico –el libro se apoya en multitud de testimonios directos y las obras de aquellos que formaron parte de la “corte de Hitler”–, el texto transita por la diversas etapas de la vida de Hitler que podemos separar en cuatro bloques. Una primera etapa, la más corta, correspondiente a sus inicios, discretos, donde descubrimos a un chico mediocre, de escaso talento. Una segunda etapa, donde se explica el ascenso del personaje, desde sus primeros discursos en las cervecerías de Múnich (los platós de TV de la época), hasta la consolidación de su liderazgo dentro del partido Nacional Socialista Obrero Alemán. Una tercera, correspondiente al ascenso del Tercer Reich desde 1933, hasta el cénit de su poder en 1942. Y, finalmente, desde entonces hasta abril e 1945, su también rápido descenso a los infiernos y colapso tras el desembarco de las fuerzas aliadas en Normandía.

La parte que reúne más interés, quizás porqué es la parte de la que contamos con menos bibliografía al respecto, es el ascenso político de Hitler desde 1919. Es una parte que intenta contestar a la pregunta de cómo una persona de escaso talento y preparación acabará conquistando el poder de una de las naciones más cultas y fuertes de Europa. Franz Neumann, uno de los mayores expertos sobre el nazismo, advirtió sobre ridiculizar y minimizar la amenaza que pueden suponer los líderes carismáticos. Nadie (o muy pocos) supieron advertir lo que Eugeni Xammar acuñó como el “huevo de la serpiente”.

Hitler ingresó en el partido nazi en 1919, sin llamar la atención. Se infravaloró su enorme capacidad de encandilar a las masas con mensajes cargados de resentimiento. Los discursos de Hitler se construían a base de consignas simples y breves, con una elevada carga emocional, siempre con la intención de despertar y avivar los odios del pueblo alemán haciendo demagogia sobre agravios del pasado.

El ascenso de Hitler tampoco se explica sin el clima pro-revolucionario alimentado por intelectuales de salón y o el apoyo de los socialdemócratas. Otro elemento fundamental, y que supone entrañar preocupantes paralelismos con el momento actual, fue el desasosiego económico y desorden monetario como catalizador, antesala, del desorden moral y luego político que experimentó Alemania durante los años previos a la victoria electoral de los nazis en 1933. La hiperinflación alemana supuso el primer balón de oxígeno en los comicios de Mayo de 1924, donde el NSDAP obtuvo 2 millones de votos. La recuperación económica desinflo estos resultados hasta los 800.000 votos (un 2,6% del censo) en las elecciones de mayo de 1928. La Gran Depresión a partir de octubre de 1929, que afectó profundamente a Alemania que en 1932 contabilizaba más de seis millones de parados, supuso una segunda oportunidad para Hitler que en las elecciones de septiembre del año 30 volvía a disparar su soporte electoral hasta 18,3%, y finalmente la victoria electoral de julio de 1932.

La estrategia de cuanto peor mejor, algo que Hitler y los suyos entendieron bien, y supieron aprovechar en su empresa de conquistar el poder.

Esta llegada al poder se trabajó en paralelo entre bambalinas: empresarios e intelectuales seducidos por su capacidad de movilizar a las masas o su maniqueo discurso historicista, el mismo del marxismo que decía querer combatir. La clerecía quedó seducido de la idea de un Estado fuerte, capaz de planificar la economía y la sociedad, aunque fuese a costa de sacrificar la libertad individual, o incluyese un demagógico discurso antisemita, evidente desde el principio de su carrera política. El auge de Hitler es un ejemplo de los desastres que pueden ocurrir cuando la sociedad civil dimite de sus funciones. Kershaw remarca como Hitler no fue algo “inevitable”, sino que fue la consecuencia de una gran dejadez: nadie se preocupó por la democracia, ni las amenazas que la asediaban. Cuando Hitler llegó al poder, únicamente un periódico católico fue capaz de titular con claridad: “Un salto a la oscuridad”. Una peligrosa patología que tampoco es ajena en nuestro tiempo.

Luego llegó la Ley Habilitante, aprobada el 23 de marzo de 1933. Apenas unos pocos folios fueron suficientes para sentenciar el orden democrático y de libertades, y arrancar la pesadilla del Tercer Reich. Con la propiedad privada y la separación de poderes abolidas de facto, nada impidió al moderno Estado nazi pasar su rodillo totalitario. El resto ya es historia.

Lectura imprescindible para cualquier Europeo, que debería de ser obligatoria para estudiantes de bachillerato, y que representa un importante recordatorio de hasta donde puede llegar la barbarie humana cuando nos alejamos de un sistema de leyes, propiedad y defensa del individuo.

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Luis Torras

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